Que te gustan las historias de vida...
Te voy a contar algo que me pasó estando como prisionero de guerra en la bodega de un buque inglés, El Saint Edmund. Después que terminó la guerra de Malvinas, quedamos 150 soldados, los últimos, para hacer las tareas de remoción de las minas y ayudar al entierro de los compañeros caídos. Con el correr del tiempo allá en el Sur comenzó a nevar mucho y por la altura de la nieve y la hostilidad del clima no pudimos continuar con esas tareas. Entonces nos subieron a ese buque en calidad de prisioneros. (porque Argentina no firmaba el cese de hostilidades)
Nos dejaron en la bodega.
Habrían pasado más de 30 días que estábamos ahí, con los pisos de hierro, dos canaletas a los costados para orinar, defecar y vomitar (cuando se movía mucho). El techo de esa bodega medía apenas 1,80mts. El buque navegaba por el Atlántico Sur. (nunca supimos bien). Solo teníamos lo puesto y una manta para doblarla y usarla como colchón.
Un día… el guardia escocés, que nos cuidaba, me cuenta (en inglés) que nos iban a llevar a una Isla entre Brasil y África (Base militar americana) llamada Isla Ascensión; isla volcánica, de clima tropical y por tiempo indeterminado. Enseguida ante la desesperación les traduje con mucho miedo a todos los compañeros lo q iba a pasar.
Cabe aclarar que, al ser este grupo, un grupo de prisioneros de guerra, en realidad no nos conocíamos, lo único en lo que si nos reconocíamos era como argentinos. Esta noticia pego de diferente manera; Generó tristeza e incertidumbre al grupo todo y a cada uno de nosotros...
Siguió un gran silencio.
Hasta que un cordobés rompió ese silencio de angustia, y con su chispa y gracia cordobesas, en un momento y sin aviso se cortó el pantalón y lo convirtió en bermudas, “para tomar mucho sol” dijo, y así también se sacó las mangas a la remera. ¡Por supuesto nos hizo reír a todos! Y nos marcó una línea de pensamiento y de cómo afrontar lo que se venía.
Inmediatamente, propuse a todos los que estábamos ahí sacarse una media para construir una pelota “La pelota de trapo”. Comenzó así... una hora de fútbol todos los días. No parábamos de reírnos de darnos, patadas, hacernos chistes de acuerdo con las tonadas. Este espacio comenzó a generar en cada uno de nosotros y al grupo una alegría y una unidad que no sabíamos de dónde venía. Los guardias bajaban a la bodega y miraban lo que sucedía y nos miraban con asombro ya que pasaban los días y el panorama era de mucha incertidumbre. Pero, esa hora de futbol era sagrada, esa hora nos permitió salir de esa realidad.
Y con el tiempo, hoy me doy cuenta de que esta anécdota me sirvió para toda la vida ¡Recién ahora me animo a escribirla!
Me hace reflexionar que:
En ciertos momentos las cosas no dependen de nosotros...
Que, ante un panorama incierto, tenemos que ser positivos.
Siempre me pregunté si en ese lugar en el que permanecimos como grupo de soldados argentinos, en esas bodegas detestables del Barco, y jugar con esa pelota de medias, fue inconsciencia, fue Irresponsabilidad, o ¡Sabiduría!
Lo que sí me quedó claro, es que muchísimas veces cada uno elige como pasarlo.
¿En este momento que estamos viviendo…
¡Vos! ¿cómo elegís pasarlo?
¿Te animas a contarlo?
Soldado Cabello, clase 62 Comando de la X Brigada, La Plata 1982.
Nota: ¡El Autor de este texto es nuestro Hermano y héroe y suscribimos a su idea, de llamarnos a reflexionar en este particular momento sobre la necesidad de contar con recursos para enfrentar!
Y es muestro homenaje.