Argentina en la década del sesenta y la primer mitad de los setenta tuvo
un rasgo distintivo en su concepción, la presencia de los jóvenes, que se
sumaron a una lucha que había sido liderada casi exclusivamente por la clase
obrera. Esta confluencia implicó una renovación en los repertorios de la acción
colectiva y transformó el escenario. La mayoría de los nuevos agrupamientos
tuvieron un ideario emancipador que proponía la construcción de una sociedad
radicalmente diferente. La desaparición de las desigualdades e injusticias sociales
fue el punto que unió a la mayoría, junto con la reivindicación de la
liberación nacional y la lucha contra el imperialismo.
Las escuelas secundarias y las universidades no estuvieron ajenas a este
proceso, sino que fueron espacios donde se desarrolló una intensa actividad. La
toma de edificios, las asambleas, volanteadas y pintadas sucedían a diario en
los establecimientos educativos más movilizados. Los reclamos variaron desde
cuestiones más puntuales hasta demandas más generalizadas.
Las marchas por el boleto escolar secundario
(BES) se dieron en este contexto de alta conflictividad social y política, y
creciente violencia. Durante septiembre de 1975, en La Plata y otras ciudades
se realizaron movilizaciones donde participó gran cantidad de jóvenes. Fue en
la capital de la provincia donde, a partir del reclamo, se logró una tarifa
diferencial para los secundarios. Sin embargo, ésta no fue la única actividad
política de los militantes secundarios. Tampoco la única movilización ocurrida
en ese momento, a pesar de que la fuerte represión se hacía sentir en la ciudad
dramáticamente desde hacía tiempo. El golpe del 24 de marzo de 1976 significó
la agudización de esta tendencia. El plan represivo se extendió a todo el
territorio, y los secuestros y desapariciones se multiplicaron al compás de la
proliferación de los centros clandestinos de detención y tortura.
Lo que hoy se conoce como la noche de los
lápices fue parte del plan represivo puesto en marcha durante la dictadura. El
16 de septiembre de 1976, grupos de tareas conducidos por el general Ramón
Camps secuestraron a seis estudiantes secundarios de La Plata: Claudia Falcone
(16 años), Francisco López Muntaner (16 años), María Clara Ciocchini (18 años),
Horacio Ungaro (17 años), Daniel Racero (18 años) y Claudio de Acha (18 años).
Pero no fueron ni los primeros ni los últimos: Gustavo Calotti fue llevado el 8
de septiembre, y el 17 de septiembre fueron secuestradas Emilce Moler y
Patricia Miranda. Lo mismo le sucedió a Pablo Díaz el 21 de septiembre. Hubo
otros: la extensa lista está integrada por alrededor de 340 adolescentes de
todo el país.
Los primeros seis continúan desaparecidos